Miguel Munárriz rememora su vida libresca al lado de muchas de las figuras fundamentales de la literatura española e hispanoamericana. «Los buenos libros son el mejor remedio contra el tedio y la vulgaridad, te ayudan a conocer al otro, a valorar más la vida, a conocerte a ti mismo (prudentemente), y sin movernos, nos ayudan a viajar, a vivir en una eterna vuelta al mundo». La historia de un libro es siempre una metáfora de la vida. Además, la de este es una muestra de lo que la literatura puede llegar a unirnos. Miguel Munárriz tira de memoria para recordar, y recordarnos, que los libros llegan hasta nosotros para hacernos felices, para ser puente, para ser tribu. Siempre en la trastienda de la creación, el autor ha vivido la literatura desde todas las esferas: como letraherido, librero, agitador cultural, periodista y escritor, pero, sobre todo, como lector.En esta memoria, en este pequeño teatro de la vida, no solo tienen un gran papel los escritores, sino también los personajes de las novelas que son, en su mayoría, más reales y queridos que algunas de las personas que he conocido. Porque somos, nos recuerda el autor, aquello que hemos leído. Desde su profunda amistad con el poeta Ángel González hasta el día que cocinó una fabada para Vargas Llosa; desde su relación con algunos de los grandes autores latinoamericanos como Bioy Casares, Bryce Echenique o Luis Sepúlveda hasta sus encuentros con Martin Amis, Günter Grass o Ida Vitale, estas páginas resumen lo vivido, y gozado, con muchos escritores y muchísimos libros. Un libro lleno de vida, una vida llena de libros.