¿Quién no ha soñado alguna vez con ver un mundo mágico lleno de hadas, duendes, elfos...? ¿Será verdad que existen y los humanos no los podemos ver?
De niña siempre me había hecho estas preguntas, me fascinaba pensar que pudieran existir de verdad, por eso cuando lo descubrí fue lo más emocionante que he vivido nunca.
Todo empezó una tarde de septiembre. Yo vivía en una casa en la montaña junto a mi familia. Cada día salía a pasear por el bosque, era mi momento, yo sola con mis pensamientos. Ese día, como cualquier otro, caminé montaña arriba. A lo lejos avisté un ciervo y salí corriendo con la esperanza de acercarme a él lo más que pudiera. Por supuesto, el ciervo corría más que yo. Pero una rama se interpuso en mi camino con tan mala suerte que me hizo caer y torcerme el tobillo. El dolor, en cuestión de segundos, se hizo insoportable.
No sé cuántos minutos pasaron. Los minutos se convirtieron en horas y por allí no pasaba nadie que pudiera socorrerme. No podía moverme. ¿Cuánto tiempo iba a tener que estar allí sola? Mi imaginación se disparó y empecé a divagar sobre qué me podría pasar si oscurecía y yo seguía allí tumbada...
Es un libro lleno de magia, todo empieza en un mundo de hadas, dónde la protagonista, Morgana, va a parar por accidente o eso piensan al principio, pero a medida que va pasando los días el universo se encarga de demostrar que todo tiene un sentido. La cuestión es descubrirlo. Es una historia de amor a la naturaleza, a los árboles, a las plantas, a la familia, a los amigos. A las mujeres se les da la relevancia que merecen y que tenían antiguamente. En definitiva, te hace ser mejor persona, ser más empático y tolerantes con los demás y con nosotros mismos.