Días felices en el infierno, la obra maestra del poeta, periodista, traductor y enfant terrible de las letras húngaras del siglo xx György Faludy (Budapest, 1910- 2006), es el relato trepidante de quince años de la biografía del autor, que comprenden desde su huida de Hungría (perseguido judicialmente por el gobierno filonazi), a finales de 1938, hasta su salida del campo de trabajos forzados de Recsk, donde había sido internado en 1949, entre los miles de detenidos a raíz del proceso a Lazsló Rajk, que fue el bautismo de sangre del estalinismo húngaro. Editado en inglés en 1962, el libro no fue publicado en húngaro hasta 1989, tras la caída del régimen comunista.
Philip Toynbee saludó la aparición de Días felices en el infierno asegurando que Faludy era «el tipo de persona que todos hubiéramos querido ser, aparte de nosotros mismos». Es obvio que el crítico inglés no se refería al pormenor biográfico de la historia, cuya naturaleza dramática o directamente trágica es difícil ignorar, sino a la actitud vitalista, desinhibida e irónica con que el narrador, el personaje Faludy, encara y afronta los acontecimientos más complejos y las situaciones más deprimentes. Más allá de su interés histórico, como crónica documental del «socialismo real» y como texto pionero de la «literatura del Gulag», el libro es el testimonio de una curiosa e irrepetible aventura intelectual, aparte de contener, sabia y elegantemente administrados, elementos de todos los géneros y subgéneros literarios. La poesía, la economía política, el erotismo, la historia antigua, el humor, las aventuras, los sueños, el espionaje y el horror se dan cita en ella para componer un relato animado y vivo, poblado de personajes inolvidables y de episodios insólitos, que frecuentemente ponen a prueba nuestra credulidad o nuestra capacidad de sorpresa, y que confluyen para dar cuerpo de obra maestra a esa «celebración del triunfo del espíritu humano» que es, en palabras de Thomas Orzság-Land, Días felices en el infierno.